La espiritualidad templaria
Palabras pronunciadas por Sire Rubén Alberto en el ceremonial y ritual de investidura en el grado de Caballero de la Orden Suprema del Antiguo y Regenerado Rito Templario.
Ciudad de Buenos Aires, 7 de julio de 2023
"Hermanos:
En este tiempo en que vivimos y en el que asistimos a una nueva cruzada contra la impiedad y el materialismo incansable de una sociedad básicamente hueca y profundamente hedonista, la milicia de Cristo necesita de una espiritualidad más intensa que se hace necesario cultivar en una triple dimensión:
1º. Existencial: fundada en la vida y la obra del Cristo que se ha encarnado para redimir todos los hombres.
2º. Espiritual: porque estará orientada a los valores y bienes del espíritu, más allá del debido respecto a los bienes temporáneos de la tierra.
3º. Escatológica: porque proyectada a la posesión de los bienes eternos, garantiza la lealtad al carisma de los pobres caballeros de Cristo con una debida actualización que la renueve, para darle vida entre las necesidades que hoy nos aquejan.
Un cristianismo "integral" es tarea de vital importancia sobre todo para el templario que obtiene su espiritualidad a partir del carisma del Cister.
Un cristianismo "integral" significa un cristianismo "puro", es decir la práctica del cristianismo en su estadio evangélicamente impecable, que rompa todas las barreras con el mundo actual, sobre todo de aquellas que le impiden estar completo e intacto.
Por su radicalismo, el Templario, encuentra así su compromiso en contra de un cristianismo parcial, superficial u oportunista.
El templario debe ser siempre auténtico seguidor de Cristo, y en ello basar su vida y su negación al ocio perjudicial.
El Templario, Caballero y Dama de Cristo está en relación constante con Dios en una experiencia personal, ya que esta relación es el encuentro de la persona creada con la persona creadora, que en su totalidad confluye en un todo: el intelecto, la voluntad, el afecto, la acción y la comunidad. En resumen: esta relación con Dios, lo es en unidad y en trascendencia.
La búsqueda de lo divino, en la que todo el ser debe estar involucrado, no busca algo, sino a alguien, a Dios; ello requiere además de la dama y del caballero templario la libertad de espíritu que va en contra de cualquier tipo de esclavitud.
Esta libertad de espíritu sirve y predispone para llevar a cabo un camino que, a partir de las realidades humanas naturales afectadas por la carne, el cuerpo y los sentidos, involucra poco a poco y sin interrupción, a todo el ser del hombre con su razón, su intelecto, su voluntad, su alma, su espíritu y su afectividad que le son propios, llegando así a una comunión personal y total con el Creador, en la que todo el hombre y todo Dios participan y se involucran mutua e integralmente.
La espiritualidad templaría, en su dimensión cristológica, se sostiene en Jesús quien es modelo de ser templario puro y fuerte que dona su obra, su palabra, su vida a los hermanos, especialmente a los pequeños, a los indefensos, a los perseguidos, a los desamparados y peregrinos.
En su dimensión eclesiológica el templario se sustenta en la Palabra Divina y en la comunidad que conforma como iglesia.
En su dimensión institucional el buen templario se empeña en ser "templo" del Espíritu Santo, y en defender la casa del Señor para que no sea profanada y pisoteada por los enemigos de la fe, de la esperanza y del amor divino; custodiando para sí y sus hermanos los lugares sacros.
Abrazando en profundidad al espíritu de vida de milicia sagrada, cada caballero y dama del temple debe cumplir con la inclaudicable misión de conducir a la Patria celestial a quienes a él recurran; propiciando el triunfo del Reino de Cristo en la tierra, a través de la enérgica lucha contra el maligno y sus tinieblas, practicando en todo cuanto le sea posible obras de misericordia.
Porque nada es para nosotros Señor, solo a Ti sea la gloria.
Hago mías las palabras que el apóstol San Pablo dirigió a los Efesios:
"…hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos…". Amén.
Finalizando, quiero destacar hoy 7 de julio la memoria de San Firminus de Gabales, Santo Protector del Condado de Gavaldá:
El obispo San Saturnino de Toulouse lo consagró obispo, sucediendo en el solio episcopal a San Privat; en la Galia predicó el Evangelio, fue misionero cristiano y el primer obispo de Amiens, cuya iglesia construyó. Decapitado a la edad de 31 años abrazó la palma del martirio.
En Pamplona lo conmemoran con fiestas de renombre internacional, los Sanfermines. Es patrono de cofradías de barqueros, viticultores y panaderos.
"A San Fermín pedimos" paz y bien. Nos encomendamos a su misericordiosa intercesión ante el Altísimo por nosotros y por todos los miembros e instituciones de la Casa de Gavaldá. Que así sea!"